El día que se llevaron las campanas fue un acontecimiento en el pueblo. Los partidarios de su destierro, que, poco a poco, se habían hecho más fuertes y mayoritarios, organizaron una fiesta por todo lo alto, con guisos, bebidas y baile. Hasta el alcalde, que desde un principio había apoyado al párroco y los quehaceres de la iglesia, despotricaba acerca de las campanas blandiendo con singular, y experimentada, habilidad una botella de vino tinto. Hubo hurras y
aplausos cuando fueron descolgadas de la torre, donde, por supuesto, el señor Toscani había hecho los honores cortando el precinto que sellaba la entrada al campanario desde la primera resolución del juez. Cuando las cargaron en la camioneta de los juzgados, que había de llevarlas al almacén, un profundo silencio inundó la plaza. Los ojos de cada uno de los habitantes del pueblo se clavaron en aquellos enormes instrumentos, majestuosos, elegantes, armónicos hasta en su figura, silenciosos guardianes de melodías moduladas para deleitar los oídos; descansaban tranquilos, inmunes a cualquier agravio, recordando, seguro, que habían sido privilegiados espectadores de las locuras humanas que rellenan el tiempo, orgullosos de su condición de divinos objetos, sostenidos tan cerca del cielo, alejados de las palabras vanas, de las promesas absurdas y de la estupidez humana. Las puertas se cerraron y un niño dio una voz, la señal para iniciar el espectáculo de fuegos artificiales que despidió a la camioneta llevándose las campanas requisadas al almacén.
Llega la noche y la pareja Toscani ya se ha retirado al dormitorio. El hombre se desabrocha el pantalón con una sonrisa nerviosa. Ella le responde con otra traviesa. Ambos se funden en pasión, locos, desbocados, liberando sus instintos reprimidos con una avidez desaforada. En el pueblo se escuchan gritos desgarradores, suspiros asfixiantes, jadeos, barbaridades, y un sonido
devastador que se levanta por encima de todos. "¿Los muelles de la cama, cariño?.- No, yo diría que son, más bien..¡campanas!" Y al unísono, el placer y la pasión se unen con el sonido místico que traen los vientos. En este pueblo se siguen escuchando, y se escucharán por siempre, las campanas de la iglesia.
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario