Aunque el tiempo que le dedicaba a la lectura era ciertamente escaso, Don Timoteo era una apasionado de las letras. En sus conversaciones siempre cuidaba al máximo la elección de su vocabulario para dar con la palabra adecuada que garantizase el entendimiento de su discurso y, pese a que pocas veces lograba no ser ambiguo, confuso o prolijo, su afición al lenguaje, al buen uso del lenguaje, no disminuía un ápice. Pero lo que más le fascinaba era la posibilidad de crear con palabras personajes, historias, emociones... todo aquello le generaba un estado próximo al shock.
Pero sus obras nunca tuvieron la aceptación de la crítica a pesar de su irrefutable calidad. Como muestra exponemos a continuación una de sus cuentos cortos:
"El sereno del pueblo era un hombre joven, curtido, zurdo para escribir y valiente en su trabajo aun cuando se hacía pis en la cama desde los tres años."
¿Quién puede negar la fuerza de esta historia? Nadie, desde Cervantes y su Quijote, ha sido capaz de resumir en sólo unas líneas el carácter y los móviles de un caballero andante. ¿Y acaso sabe alguien si Don Alonso Quijano era zurdo o diestro? Pues no fue suficiente esta pequeña crítica de la vida nocturna y su maravilloso retrato de unas sábanas perpetuamente mojadas para ganarse el respaldo de los especialistas. Sin embargo logró publicarlo en la parte posterior de una caja de cereales y con el dinero que sacó sobrevivió para sacar adelante un nuevo proyecto. Este necesitó de un profundo trabajo de investigación.
Durante semanas se introdujo en ambientes insanos, desconocidos, peligrosos por tanto, y se codeó con gente maltratada por la vida que no sabía lo que era una declaración de la renta negativa. Todo aquello le dejó una profunda huella (la del portero del night club que le echó a patadas) y cambió radicalmente su existencia, pues al tropezar con la acera fue a caer en mitad de la calzada mientras pasaba uno de los silenciosos camiones de basura de la ciudad. Fue en el hospital donde gestó su siguiente obra:
"Si hay algo peor que la comida del hospital es que te operen sin anestesia y se dejen en el páncreas una radio encendida con el Carrusel Deportivo."
Obra claramente autobiográfica que manifiesta con singular sencillez la incomodidad que puede llegar a sufrir el bazo compartiendo espacio con un ingenio electrónico. Y a pesar de ese maravilloso retrato, un tanto ácido eso sí, del día a día hospitalario, tampoco éste recaló en los lectores como era su ilusión. Alguien podría pensar que ante semejante fracaso Don Timoteo dudó si continuar o no su carrera literaria, pero no fue así ni por un momento. El destino se cruzó en su camino, saltándose un semáforo en rojo, y, dando parte del siniestro, conoció a una afable muchachita que se convirtió en su esposa horas más tarde. La inspiración surgía de aquella dulce mirada, aumentada siete veces por las gruesas gafas de la muchacha, como si de una cascada de ideas y palabras se tratase. No podía ser menos nuestro incomparable autor y dejó que el amor modelara sus mejores creaciones, entre las cuales destaca el sublime diálogo entre enamorados:
-Cariño, ¿qué vamos a hacer esta noche?
-Lo que tú quieras, cielo.
-No. Lo que tu quieras.
-Me da igual. Lo que tu quieras.
-Lo que tu quieras es igual.
-Igual es si tu lo quieres.
-Yo quiero lo que tu quieras.
-Lo que yo quiero es que quieras algo.
-Esta bien. Lo que tu quieras.
-Lo que tu quieras está bien.
-Bien está lo que bien acaba.
-Bien acaba si tu quieres, cielo.
-Como quieras, cariño ¿Qué vamos a hacer esta noche?
¡Por fin un éxito de ventas! Inexplicable para los críticos pero absolutamente arrollador en las listas de venta. ¿Y qué se puede esperar si no de un resumen tan conciso y tan denso de las relaciones de pareja? Jamás un autor había sido capaz de plasmar con tal simplicidad la problemática de la separación en la humanidad y la angustia que provoca una vida sin amor. Una segunda lectura invita a una reflexión sobre la voluntad y la libertad, así como acerca de los problemas que puede ocasionar el cancelar una reserva el viernes por la noche. Pero la fama no cambió el caracter de Don Timoteo, profundamente entregado a la locura de escribir. Ahora se debía a sus lectores que esperaban de él la magia de sus anteriores obras, ese algo inexplicable que provoca atracción y que por ponerle nombre lo denominamos magia aunque también podríamos llamarlo encefalopatía.
En esa época esplendorosa se dedicó a viajar por todo el mundo recogiendo experiencias y nacieron títulos como "El último vagón del Metro", "La taquillera del Cercanías", "Confusión con el revisor" y la maravillosa "Volver andando a casa". Todas ellas coparon los primeros puestos de ventas generando unos beneficios inusitados en el mundo del libro. ¿Y por qué hemos olvidado a un autor tan relevante en nuestra historia moderna? Esa es la pregunta que lanzo a la sociedad aunque la comparen con aquella otra tan famosa, y, erróneamente atribuida a mi pluma, ¿está siempre encendida la luz del frigorífico? Ambas requieren un cuidadoso análisis antes de aventurarse a dar una respuesta tajante. Yo, como defensor de Don Timoteo, no puedo sino contestar con uno de sus brillantes aforismos:
"No desplumes al pichón si vas a hacer spaghetti a la carbonara"
lunes, septiembre 19, 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Esta historia me suena. creo que no es nueva. Ha sido ublicada en otra parte anteriormente? me suena muchísimo. Me ocurre lo mismo con otras historias que te he leido.
Desde luego que esta historia si la agitas bien suena mucho, como los ángeles. Que te voy a contar mi querido Anonymous.
Publicar un comentario