El río se desborda. El "tsunami" fluvial (ola gigante de río, para que nos entendamos) arrasa cuanto encuentra su paso e instala cementerios de colores, donde algunos juegan al tute y pintan bastos. Otros se niegan a atropellar, pero eso puede significar dejar de trabajar, y otros recitan versos extremos, a un lado, aunque, en realidad, al otro.
Y en todo esto apareció el extraño hombre de blanco. El extraño que con sus declaraciones extraña. El extraño que lee pero que quizá también piensa (seguro que algún día pensó). El extraño que no sabe dialogar (dialogar como ahora se entiende) porque escucha y pretende ser escuchado.
A mí, la verdad, es que no me extraña.
jueves, enero 27, 2005
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