viernes, junio 03, 2005

Cooper, Investigador privatizado (IV)

Cuando acabé de comer me dirigí al hogar roto y llame al timbre con suavidad. No quería que aquella loca me abriese la puerta con un cuchillo en la mano o, a lo peor, con una batidora y su accesorio pica-carne. Cuando abrió, fui directo al grano:
-¿Vive aún?.
-¿Quién?.-, contestó ella
-No te hagas la tonta. El "amor verdadero", sé que estuvo aquí.- Dicho esto no pudo soportar la presión y rompió a llorar.
-¡Se ha ido! ¡Se ha marchado para siempre!-
-¿Lo habéis liquidado? ¿Quién fue el que lo hizo? ¿Tú o él?.-
-¡Él! ¡Él y su incordiante familia!-.

Aquello me dejó con una extraña sensación. Mi trabajo había concluido. No podía buscar a un muerto. Pero, ¿por qué lo habrían asesinado? ¿tendría que ver con Jenny? ¿sería el camarero capaz de convencerme de que el besugo también tenía buena cara? Volví a la oficina atando cabos, algo que siempre me ocasiona problemas con el sargento de policía: -¡Cooper, le he dicho mil veces que no ate a mis oficiales! -. Cuando llegué, Jenny me esperaba sentada en mi sillón. Probé a jugar con ella, primero al parchís, y luego psicológicamente:
-Lo he encontrado.
-¿Al "amor verdadero"?
-El mismo. ¿Sin palabras, nena?
-Bueno, yo...
- Claro que no tienes palabras porque sabes también como yo que está muerto.
- ¿Muer..?
- Basta, no disimules. Sé que lo hiciste. La primera vez que te vi pensé que nadie más podría atarme los zapatos, pero pronto descubrí que otros personas podían hacerlo e incluso conseguí que mi profesora de parvulario me enseñara. Pero esa manía tuya de atar cosas no cambió. Atabas las maletas a la baca del coche, atabas las cortinas y hasta atabas el pavo relleno. Lo de atar sogas al cuello era cuestión de tiempo. Y tiempo era lo único que no te faltaba porque tu familia se obstina en regalarte relojes cada cumpleaños. Conociste el "amor verdadero" sí, en un bar de tres al cuarto, o de tres copas por cuatro, es lo mismo, le engatusaste y te lo llevaste al huerto. Allí le obligaste a recoger tomates y cebollas y te hiciste una ensalada. Ni siquiera dejaste que la aliñara. Después abusaste de él con toda clase de fantasías...¡oh, sí, sé lo del Trivial encima de la lavadora, y lo del Monopoly con billetes extra de cincuenta mil! Después aprovechaste un descuido y lo estrangulaste con una ristra de ajos del propio huerto. Lo siento, muñeca, este ha sido tu último amor asfixiado.-
-No, no me puedes entregar, Cooper. Si tu quisieras...tú y yo...
-Lo sé, tú y yo podríamos hacer guarrerías, pero esta vez tendré que darme una ducha fría. No, nena, esta vez tendrás que pasar sin mí. Ya no tendrás mi paraguas cuando llueva, ni mis entradas para la corrida de abono. Si te dejara marchar ahora, el filo de la espada jugaría a rascarme la nuez el resto de mi vida. Creo que le debo la vida un tipo desconocido y no pienso desperdiciarla a tu lado. No lo olvides, yo podría haber sido tu "amor verdadero".

Me fumé un cigarro mientras ella se marchaba esposada con la policía. Después de todo, todo había sido nada, porque a veces las cosas no son como uno piensa, y otras veces uno no piensa cómo son las cosas. Así, meditando, me sumí en un profundo sueño, pensando que ser feliz consiste en meter un gol a la lucidez y la locura es buen delantero centro.

FIN

No hay comentarios: