sábado, junio 25, 2005

Cooper: El misterio de la bailarina sin piernas

Cuando uno tiene poco que hacer, se atormenta pensando lo mucho que debería estar haciendo. Así soy yo, 475 días al año, las 65 horas del día (esto según mi calendario pigmeo, que toma como unidad de tiempo el intervalo entre dos parpadeos de su rey Batsala). Pero en uno de esos tediosos momentos en los que mi despacho se hace inmenso, suele aparecer un cliente con un caso desconcertante.

-Así que según usted, todas las noches crecen dos hermosas piernas sobre los muñones de su cuñada y se va a bailar a una barra americana.
-Eso es, como lo oye. Perdió las piernas en una partida de póker.
-¿Deudas?
-No, las apostó porque tenía una buena mano. Pero perdió.
-Por lo que veo en esta foto sus piernas eran mejores de lo que podía ser su mano.
-Las mejores de aquí a New Jersey.
-Ya veo, aunque estamos en New Jersey. Y dígame, ¿cuando notaron la anomalía?- Hace dos meses. Mi hermano quería cenar en un turco pero ella había encargado comida china. Empezaron a discutir, aunque en voz baja, porque siempre les preocupaba lo que pensaran los vecinos, salvo aquella vez que salieron desnudos al jardín para celebrar el día de San Ildefonso. Se susurraron toda clase de insultos, hasta que de repente mi hermano sintió un tremendo golpe en el bajo vientre. Y allí estaba la pierna derecha de mi cuñada, y junto a ella la izquierda vivita y coleando. Después, ella desapareció. No supimos nada hasta que el abuelo juró haberla visto en un cabaret.
(Continuará)

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