-Y a usted, ¿qué es lo que más le angustia?-.
-Verá, al hacer el amor con mi mujer, ella jadea y yo gorgoteo. Creo que eso le disgusta.
Me hice amiguete de unos cuantos miembros de la asociación y nos fuimos a tomar unas copas. Unos cuantos whiskys y un chupito de desinfectante me sirvieron para tirar de la lengua a uno de aquellos tipos.
- Pues sí...le pareceremos raros pero los hay aún más extravagantes. Hay gente que es tan extraña que lo de menos es que lleve una cisterna en la cabeza. Recuerdo un tipo que era... qué palabra podría utilizar...
-Proclive.
-Sí. Eso es.Un hombre con una cierta propensión. Muy extraño. Hablaba poco. En lugar de una cisterna en la cabeza pareciera que que tuviera un depósito fluvial sobre la cabeza. Le voy a contar una cosa...
Aprovechando la poca visibilidad que le concedía el glorioso retrete de su cabeza me retiré dejándole con la palabra en la boca, sin ningún remordimiento y con la seguridad de que encontraría a otro "cisterciense" al que atormentar con su verborrea. Busqué en los archivos de la Asociación y encontré la última dirección conocida del hombre que buscaba. Lo más lógico es que ya no viviera allí, pero mi profesión y la vida política me han enseñado que la lógica sólo está para despistar a quienes la ponen en práctica.
(CONTINUARÁ)
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