El día de la entrega de la nieve salieron del aeropuerto cinco avionetas cargadas con una tonelada de sal cada una. Esperaron a que la nieve estuviera colocada en las calles y a continuación descargaron todo su mineral con el esperado efecto de rebaja en el punto de fusión. En un santiamén la nieve fue historia, agua de fiesta frustrada, y la ciudad mantuvo sus estatus criminal: chiringuitos fraudulentos en la playa y restaurantes cochambrosos en el sur. Podría catalogar esto como mi primera contribución con la ley y el orden. Hubiese podido, pero la dichosa policía se empeñó en averiguar por qué en dos días alguien consiguió financiación fraudulenta para comprar cinco toneladas de sal y cinco avionetas que luego se habían vendido a precio de oro. Al fin y al cabo, para atrapar a un criminal hay que ponerse sus botas un rato por asqueroso que esto sea, tanto en sentido real, como figurado.
(FIN)
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