jueves, julio 21, 2005

Cooper: Los orígenes (III)

Ciertamente que no contaran conmigo me disgustó. Yo también quería un pedazo de pastel. Cuando lo insinué, me hicieron comer uno mohoso que había sobre la barra. Esto me hizo enojar todavía más pero me contuve de mandarles a freír espárragos no me fuera a tocar también comerme aquellos pseudovegetales que había en la despensa. Decidí aguarles la fiesta, esta vez en sentido figurado y no con líquido elemento. Durante dos días hice unas sencillas gestiones, después fui a la competencia, la de los chiringuitos de playa, y largué los planes. Estos otros delincuentes, aunque pudieran parecerlo, no eran nada tontos, e hicieron lo que supuse que harían.

El día de la entrega de la nieve salieron del aeropuerto cinco avionetas cargadas con una tonelada de sal cada una. Esperaron a que la nieve estuviera colocada en las calles y a continuación descargaron todo su mineral con el esperado efecto de rebaja en el punto de fusión. En un santiamén la nieve fue historia, agua de fiesta frustrada, y la ciudad mantuvo sus estatus criminal: chiringuitos fraudulentos en la playa y restaurantes cochambrosos en el sur. Podría catalogar esto como mi primera contribución con la ley y el orden. Hubiese podido, pero la dichosa policía se empeñó en averiguar por qué en dos días alguien consiguió financiación fraudulenta para comprar cinco toneladas de sal y cinco avionetas que luego se habían vendido a precio de oro. Al fin y al cabo, para atrapar a un criminal hay que ponerse sus botas un rato por asqueroso que esto sea, tanto en sentido real, como figurado.

(FIN)

No hay comentarios: